El verano de 2006 en Alemania no fue solo un Mundial de fútbol; fue un escenario donde el balón se convirtió en arte y la pasión en espectáculo. Italia alzó la copa tras una final inolvidable contra Francia, marcada por el cabezazo de Zidane a Materazzi, pero más allá de los penales y las tarjetas, algo vibraba en el aire: el "Joga Bonito". Nike, con su campaña previa al torneo, encendió una chispa global. No era solo un eslogan —"juega bonito" en portugués—, sino una invitación a redescubrir el fútbol como expresión, liderada por leyendas como Ronaldinho, Ronaldo y un joven Cristiano Ronaldo, bajo la mirada irreverente de Éric Cantona en esos anuncios que todavía resuenan en la memoria.

Lancé campañas en Nike México durante esos años, y el Mundial 2006 fue un lienzo perfecto para mi visión: conectar la moda deportiva con la emoción del juego Del "Joga Bonito" me inspiró a tejer historias que iban más allá de las canchas. La campaña del Mundial 2006, con Brasil como estandarte del estilo samba, prometía un fútbol deslumbrante. Pero el destino tenía otros planes: la Seleção cayó en cuartos ante Francia, y el sueño del "juego bonito" se desvaneció frente a un pragmatismo europeo. Sin embargo, el legado quedó. Aquellos comerciales de Nike, con trucos imposibles y sonrisas desafiantes, no solo vendieron botines; plantaron una semilla en millones de fans que aún sueñan con un fútbol que baile al ritmo del corazón.